Bañar al recién nacido no es fácil. Su cuerpo es tan pequeñito y parece tan frágil, que no sabemos bien cómo ni por dónde cogerle y, además, es habitual que el bebé se asuste y llore cuando siente el contacto en el agua. Pero en cuanto se coge un poco de práctica, el baño del bebé suele ser un momento delicioso para todos: para el bebé y para sus padres, que disfrutan viéndole feliz.

Trucos para bañar al recién nacido

Hay algunos trucos que facilitan el baño del recién nacido y ayudan a que sea muchos más agradable para todos:

1. Una bañera a su medida

Hoy en día, contamos con diferentes accesorios que facilitan el baño del bebé: bañeritas diminutas en las que se siente más protegido (al principio el recién nacido, habituado a tener todo su cuerpo en contacto con el útero, se siente perdido en los espacios grandes), hamaquitas anatómicas que se pueden introducir en la bañera grande, bañeras hinchables, bañeras plegables muy útiles para llevar de viaje y también, la clásica bañera con patas que lleva un cambiador encima y permite bañar al bebé a una altura idónea para que no sufra la espalda del adulto.

2. Cogerle de las manos para ayudarle a sentirse seguro

Al principio, hasta que se coge un poco de práctica, es fundamental contar con ayuda para bañar al recién nacido, para poder sujetar bien el cuerpecito del bebé y, al mismo tiempo, cogerle de las manos para que se sienta seguro.

Parece una cosa tonta, pero ayuda mucho. Aún recuerdo cómo lloraba mi primer hijo en los primeros baños que le dimos. No entendíamos por qué reaccionaba así, si se supone que a los bebés les relaja tanto el agua. Hasta que un día, una amiga que vino de visita nos sugirió que le cogiéramos de las manitas porque dentro de la bañera se sentía perdido y fue mano de santo: se tranquilizó enseguida y empezó a disfrutar del baño, y nosotros con él.

Es importante sujetar al niño con suavidad, pero con firmeza. Si estás sola, necesitarás una mano para sostener su cabeza y su espalda, apoyando su culito en la bañera, y otra para asearle.

Si te da miedo que su cuerpecito escurridizo se resbale, puedes cubrir el fondo de la bañera con una esponja anatómica o colocar una toalla doblada varias veces.

3. Tener todo lo necesario a mano antes de empezar

Antes de meter al bebé al agua es imprescindible tener a mano todo lo que se va a necesitar durante el baño (jabón, juguetes, etc.) y después del baño (toalla, pañales muda, crema etc.). El bebé no debe quedarse solo en la bañera nunca.

  • Conviene colocar la bañera a salvo de corrientes de aire en un lugar con temperatura  de 22 a 25 grados. El  agua debe estar entre 35 y 37 grados. Se puede comprobar la temperatura con un termómetro de baño y, para mayor seguridad, asegurarse de que no quema introduciendo el codo en el agua, antes de meter al bebé en la bañera.
  • Uno de los momentos más complicados del año es la salida, en el que parece que nos faltan manos para sujetar su cuerpecito resbaladizo. Si estás sola, una solución es sujetar la capa de baño con la boca por la capucha para poder sacar al bebé con las dos manos del agua y envolverle rápidamente para que no sienta frío.

La piel del bebé es fina y delicada.  Después del baño, es importante secarle muy bien, prestando especial atención a los pliegues de la piel y a la zona del cordón umbilical.

4. Bañarle sin prisas

Es cierto que el baño suele relajar al bebé, pero no pasa nada si un día no le bañas o lo haces cada dos días. Puedes asear al bebé “en seco» (limpiándole carita, barbilla y cuello que se ensucian con babas y restos de leche y la zona del pañal).

El objetivo del baño durante los primeros meses no es tanto la higiene (que en realidad es permanente, pues a lo largo del día limpiamos al bebé varias veces) sino una rutina  de cariño y juego que suele ayudar al bebé a dormirse relajado.

Tampoco hay un horario fijo para bañar al bebé. La mayoría de las familias padres lo hacen a última hora del día porque observan que tranquiliza al bebé y le ayuda a conciliar el sueño. Pero hay bebés a los que el baño les espabila y estos casos es mejor bañarles por la mañana o a primera hora de la tarde.

Lo más importante es bañar al bebé sin prisas, para que sea un momento agradable para todos y a poder ser, eso sí, a la misma hora todos los días, pues las rutinas son beneficiosas para los bebés y les transmiten seguridad

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