Por suerte, ninguno de mis tres hijos ha sido sonámbulo, aunque uno de ellos hizo algunas veces “cosas raras” que nos hicieron plantearnos si lo sería, como levantarse poco después de quedarse dormido y dirigirse al cubo de la basura para hacer pis o sentarse en la cama, farfullar un montón de palabras sin sentido y volverse a tumbar… Pero afortunadamente, estos sucesos se quedaron en meras anécdotas y su sueño ha sido bastante normal.

Pero conozco casos de niños sonámbulos en familias amigas y sé la incertidumbre que pueda causar, no porque se trate de un problema para la salud del niño, sino por el riesgo que implica tener a un pequeño deambulando por la casa a media noche, con los ojos abiertos pero sin ser consciente de sus actos porque realmente está dormido.

Cuando un niño es sonámbulo, además de comentarlo con su pediatra para que compruebe si puede haber algún otro problema asociado, es importantísimo tomar medidas en casa para garantizar su seguridad.

Incidencia y causas del sonambulismo

Los episodios de sonambulismo suelen aparecer a partir de los tres años, en general tienen una mayor incidencia en los menores de siete años y pueden estar asociados a otros trastornos del sueño como la enuresis (hacerse pis en la cama), los terrores nocturnos (que no hay que confundir con las pesadillas) o la apnea del sueño (la respiración se detiene unos segundos mientras se duerme).

No se conocen las causas, pero los episodios de sonambulismo parecen tener un origen genético. El sonambulismo es más frecuente en los niños que en las niñas y se piensa que en su aparición pueden influir también el cansancio y, sobre todo, las situaciones de ansiedad.

Igual que ocurre con los terrores nocturnos, los episodios de sonambulismo se producen en la primera mitad de la noche, durante la fase de sueño profundo NREM en la que el niño está totalmente dormido, Por ello, al día siguiente el niño no recuerda nada.

Cómo actuar con un sonámbulo

Igual que se recomienda con los terrores nocturnos, durante el episodio de sonambulismo es mejor no intervenir para no asustar al niño.

Si el niño ha salido de la habitación, conviene intentar llevarle de vuelta. Pero si se resiste es mejor dejar que transcurra el episodio de sonambulismo, sin perderle de vista para evitar que se haga daño.

Si le despertamos en mitad de un episodio de sonambulismo, se sentirá extrañado y sobre todo inseguro, porque no sabrá dónde está ni qué ha ocurrido. Solo hay que despertarle sí resulta necesario para evitar un accidente.

Medidas de seguridad cuando hay un niño sonámbulo en casa

El sonambulismo no tiene en principio ningún riesgo para la salud del niño. El riesgo que tiene es que durante el episodio el niño realice algo que resulte peligroso sin ser consciente de ello. Por ello, cuando hay un sonámbulo en casa es importante tomar algunas medidas para evitar que se haga daño si se levanta de la cama y sale de su habitación:

  • Acostar al niño en una cama baja y retirar de la habitación cualquier tipo de objeto que pueda romperse fácilmente y lastimarle.
  • Colocar algún sistema de alarma (por ejemplo, una campanilla) en la puerta de la habitación del niño, para  así saber que el niño se ha levantado y ha salido del cuarto.
  • Poner pestillos o cerrojos (que el niño no sepa utilizar) en la puerta de salida a la calle y si es necesario también en las ventanas.
  • Mantener fuera del alcance del niño objetos con los que se pueda hacer daño y no dejar cosas en el suelo con las que se pueda tropezar.
  • Impedir con algún tipo de barrera la entrada en la cocina y el baño donde suele haber productos peligrosos.

    Tratamiento del sonambulismo

Habitualmente el sonambulismo, salvo que esté relacionado con otro problema como la apnea del sueño, no precisa tratamiento (que será el de la apnea) y tiende a remitir con el tiempo según disminuye la cantidad de sueño profundo. Si  se mantuviera en la adolescencia, conviene consultarlo con un especialista en sueño.

Asesor: Doctor Gonzalo Pin, jefe de Pediatría del Hospital Quirón de Valencia y portavoz experto en sueño de la Asociación Española de Pediatría (AEP).

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